Peruanita de Junco y capulí, de la tierra del acantilado donde ruge el mar y los enamorados van como gaviotas, mujer urbana de la hermosa ciudad de Lima donde los gatos tiene parque las fuentes de agua su desierto. La poeta ha publicado hasta cansarse y cuando la melancolía la aborda se detiene en su otra vocación que es el arte visual. Ha sido incluida en varias antologías y su obra pictórica estuvo expuesta al lado de los nevados y las alpacas.
Su pasatiempo no es llenar crucigramas sino enviar columnas y artículos a todas las revistas y cuando le duele el mundo se dedica a hacer cortometrajes como si con ellos atrapara la tristeza.
Poema Pop
He amontonado tu nombre
pero esta terrible maldición
de no poder escribir poemas de amor
estrujar el papel, expectorarlo
y maldecir este pobre oficio
me descompensa,
como el óxido de las sillas
o el olor a trementina
desde la habitación
donde ahora te recuerdo,
y tus manos ansiosas
buscando en mi cuerpo
el botón de encendido
para que mis palabras se conviertan
en cursis carteles de “acción poética”
pero no puedo hacer mucho para complacerte
más que cambiar los posters de mayo del 68
por personajes de la escuela de Birmingham
y tomar un gran sorbo de mate
pensando en que ya nada me impide estar a tu lado
y caer rendida en la cama
e imaginar mis manos en tu bragueta
(escena frecuente de habitaciones al paso).
Y vuelvo a traicionarte pensando
en comuneros exhaustos y minas informales
pero tus frases me vienen a la mente como post-it
con largas brechas de silencio
que acomodo sobre mi pecho
y te dejo penetrarme, ronronear en mi oído
y cargar mis demonios
pero vienen en seguidilla-violentos
cual comerciales publicitarios
y siento que las personas leen nuestras vidas
como si cada tropiezo saliera en periódicos chicha
¿y todavía somos, todavía eres? sin serlo
de costado abrazo tu espectro,
te abotono la camisa
y me pongo el cuarzo al cuello
para marcharnos juntos de esta habitación
desde la cual te recuerdo.
II
El día se cierne
para no odiar a quien reposa en mi seno.
Las sonrisas moribundas se esconden
en la acuática mansión de rencores
y el padecimiento de los barriletes sin hilo
son echados al viento.
Descansados de las trágicas respuestas
lo indulto
para amarnos en un triste hotel
del que huyen hasta los espectros.
El silencio se desborda
cuando los dedos empiezan a tomar su curso
en su materia,
en la mía,
desangrándose
sus conjeturas estúpidas de forastero
y así vuelvo a mi celda sin cerrojo
para nombrarlo aunque tenga todo el alfabeto.
(Mínima Celeste, Transtierros editores, pág. 10)
En un viejo hotel de Lima
Au plus tendre amour
Cesar Moro
El gemido de dos almas voraces y ciegas
han castrado mi reposo.
No es una queja,
-él dice que a menudo me quejo-
es el precio que debe pagar el viajero
que percibe que deletrear pobreza
es más fácil que sentirla.
El cuadro se completa cuando la noche
se despide de puntillas
transfiriéndome la melancolía de un nombre
que llega a mis pies con miedo,
más sordo que aquel que envuelve
los instantes felices que he llegado a maldecir
porque me atan a una boca de piedra,
al más tierno amor, al sucio tatuaje
encarcelado en el pie izquierdo,
a la mano que se aleja antes de estrechar a su par,
al sollozo de medianoche después de acomodar
el vestido de fiesta sobre la silla.
Mi vida se ha hecho simple,
la impúdica garua que acompaña el desvelo
que me hace rodear la plaza
ha silenciado un posible lamento.
En unas horas estaré desarmada frente a él
esperando que vacíe la congoja de mis ojos
pero no sucederá, el más tierno amor se ha ido.